Una historia corta

He conocido a Bohemundo , perdón por no haber leído antes Cumbres de Extremadura. Huele a rastrojera. A campo herido que aúlla al mismo tiempo que la Sexta martillea nuestra inteligencia. 

Es verano en Madrid. Llueve calor y se apelmazan los planes de boda. Bohemundo se ha quedado a dormir en casa porque duele mucho más el verano de La Serena. Me ha cautivado su perra vida. ¡Qué bien estamos prima! No dudes que esto petó hace años cuando una noche negra rasgó la cúpula de la concordia. Ahora estamos en la cresta de la ola. No petará tranquila.

Mentiras de la historia. Mentiras a causa del olvido. Mentiras mentirosas que alguien clavó en las paredes de nuestra casa.

La semana pasada fue un regalo. Una caja llena de fotos. La abrimos para que volaran sus espíritus atrapados en la negrura del tiempo y ahora no sabes la que hemos liado. Están por todas partes.  Flores de cementerio. Canciones de despedida…Ayy Carmen Carmen… «He muerto y he resucitado…» chisss será nuestro SECRETO.

Como cada verano, una plaza de pueblo con castillo nos atornilla el sentido. Nos barre para adentro. Nos ancla a la tierra y al «origen». Ese pastelito que Bohemundo me ha dejado en la pantalla lumínica del ordenador. ¡Déjate de playas y esas horteradas y lee Cumbres!!!!

Pues así me he quedado. Con perfume de rastrojera y horizonte de carrizos. Vivo en un secarral. Es verano y medio en Madrid pero he abierto las ventanas hacia el verde melón del Jerte. Veo Valles a pesar de este mazacote que es Madrid sin gente, sin amigos, sin planes de boda. Qué delicia.

Bohemundo somos todos. O lo fuimos. O a lo peor volvemos a serlo un día de verano de 2036. Prima tranquila que esto no petará. Vendrán otras guerras, pero no aquellas. Será una guerra rápida, en la que no habrá tiempo de acumular odio y otras armas. Será en verano, seguro, porque el día es tan tan largo, que da tiempo a morir dos veces.

La que hemos liado en una semana en el pueblo de los abuelos. QUÉ REGALO: las risas, las flores del cementerio, las butacas en la puerta y las otras butacas que al igual que los peces, eran cuatro y luego fueron cuatrocientas… Vida y milagros de las GUADALUPES que pueblan Extremadura.

Me llaman para cenar. Un suave TOC toc … mañana te cuento porque la de Bohemundo es tan sólo el principio de una historia corta. La nuestra. Pequeña familia de un pueblo muy pueblo. Un pueblo extremo. Y como la de tantos otros, muy dura.

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